27 diciembre, 2022

La que fue mi habitación

 Sentado estoy leyendo una novela de aventuras, medio tumbado, podría decirse, apoyada la espalda en un peluche que está colocado encima de una manta que a su vez descansa sobre la almohada de una cama.

Algo me es familiar en todo esto, pero no sabría decir qué, si la cama, si la distribución de la habitación o si yo mismo soy el que me produzco dicha familiaridad.

Hace unos minutos que me encontré a gusto conmigo mismo y el universo y miré de pronto hacia uno de los anaqueles buscando un libro que llevarme al cerebro, y ahí estaba: un libro de prodigiosas aventuras de la editorial Planeta, nuevecito no, porque en su tiempo formó parte de la biblioteca de un col-legi (colegio) catalá. Ahí estaba, reluciente y brillante, ya con cierto olor a viejo, diciendo "léeme", y ahí que lo cogí y me tumbé.

Estaba yo paladeando las aventuras prodigiosas acaecidas en el mediodía francés, cuando caí en la cuenta de que esta y no otra, era mi habitación, la habitación en la que crecí, en la que tuve mis primeros sueños y pesadillas, pero no recordaba nada de nada, ni la distribución, ni el armario, que ahora era blanco impoluto, ni la mesa de noche, que también lo era, ni ese estante que jamás estuvo ahí...

No recordaba que la cama se moviera tanto, ni que tuviera debajo un segundo colchón, supuestamente para las visitas, tampoco había un escritorio de estudio, y por supuesto la silla no estaba ahí. No digo más, la lámpara no es la que era y los interruptores de la luz parecían haberse modernizado...

Y seguía buscando hasta dar con las cortinas nuevas, el riel y las ventanas de recién puesto PVC con aislante maravilloso, y seguía mirando sin encontrar nada, incluso viendo la presencia de un aire acondicionado que nunca estuvo ahí, de un sinfonier que jamás existió, de dos figuras en donde hubo cuadros y de la simple nada donde hubo una alcayata...

Y sin embargo, tenía claramente la idea de que estaba en mi habitación, genuinamente y sin lugar alguno a dudas, lo era, aunque en ella no había ni una sola cosa que hubiera permanecido igual, y yo tampoco, claro... No podría incluso ni contar las paredes, por ser de otro color, y como mucho el suelo, el techo, el rodapié y la puerta podrían asemejarse algo...


 

Sin duda: era mi habitación, aunque mi habitación hubiera cambiado totalmente, del todo, como también yo sigo siendo yo aunque no quede prácticamente ni una sola célula en mí de las que hace 40 años existían, y sin embargo, yo soy yo, sí, sin lugar ninguno a dudas.

Y pienso que algún día mi habitación dejará de ser mía, porque será de otro, y sin embargo, igualmente e incluso así, será mi habitación.

Y pienso en qué pasará dentro de un siglo, cuando no exista ni el edificio, y aún así, seguirá siendo mi habitación.

Qué pasará cuando la especie humana ya no sea siquiera un recuerdo, cuando el planeta no exista, cuando incluso el Universo no se parezca en nada a lo que es, y aún así, y a pesar de todo ese exagerado giro: seguirá siendo mi habitación.

Porque nunca dejaremos de ser, porque si alguna vez existimos, ya para siempre habremos dejado huella, porque es, fue y será, porque nosotros también lo fuimos, lo somos y lo seremos. Esto es un simple canto a la existencia, a la que no necesita confirmaciones en plan filosofía de Descartes, un existir porque sí, ¡qué si no...! Incluso tú que me lees y tu habitación existís lo creas o no, y así termino recordando nostálgico aquella, que fue mi habitación...

2 comentarios:

Joselu dijo...

Me hubiera gustado saber que libro de aventuras estabas leyendo en "tu" habitación. Feliz año.

Javi dijo...

A veces hay que dejar las cosas en el aire para que uno le dé rienda a la imaginación, como si estuvieras leyendo un libro de aventuras ;)

Pero como en un thriller o en uno de misterio, y solo por ser tú, podría dejar caer las iniciales del héroe protagonista (T.T) e incluso las del escritor (A.D), y con eso y unas hábiles pesquisas seguro que lo averiguarás.

¡¡Igualmente feliz año para ti!!, nos leemos.