Nuestras tradiciones, que van y vienen
Repasando viejas tradiciones, vuelve uno muchos años después al mismo lugar, siendo ya otro, siendo otros los demás, siendo otra gente diferente la que anda por las calles, la que celebra, canta, se emociona... Muchos de los que recuerdo ya no existen, y otros han cambiado como diría la canción, pero ahí siguen como si nada las tradiciones, casi todas las edificaciones, algunas remodeladas o embellecidas, otras derruidas y reconstruidas, van y vienen, como las personas, como las mismas tradiciones.
Recuerdo aquellos chiscos de San Marcos de cuando era pequeño, cuando los mayores me contaban lo que vivían ellos en su "por entonces", con niños recorriendo las calles en busca de cosas para quemar. En mis tiempos seguía siendo así, con un chisco en cada llanete, en cada barrio, con un itinerario que ir visitando esa noche mágica del rey de los pitos. Hoy sólo se celebra un chisco testimonial para no perder la tradición, para no olvidar lo que fueron, y que no se pierda, que eso es lo fácil cuando los tiempos ya han cambiado, pero hay que intentarlo.
Recuerdo la Semana Santa de hace no muchos años, en pleno auge que llevó a rellenar todos los días prácticamente, todo el misterio de la Pasión completo, desde la Borriquita hasta la Resurrección, culminando una grandiosa semana, volviéndonos todos locos pareciéndonos en todo lo que se podía a Sevilla, con nuestros costaleros y vírgenes y cristos bailando, con nuestras saetas y nuestras mal llamadas ya "estaciones de penitencia", pues la única imagen que realmente puede hablar de "estación" es el Cristo de la Expiración, pues sí visita otros dos templos (uno de refilón y sin visitarlo realmente) aparte del suyo. Hoy algunos se fusionaron, otros apenas cuentan con unos pocos nazarenos o tienen que ir rogando costaleros, hay poca gente joven y gran parte de la que hay está a otras cosas, ni más ni menos. Sí, recuerdo hace 30 años cuando apenas había Semana Santa que llevarse a la boca, así que en este caso, estamos mejor, aunque en clara bajada, o lo que podríamos llamar un reajuste a la verdadera realidad.
Recuerdo esos patrones de San Marcos o San Benito, días de bullicio exagerado, de procesiones multitudinarias, ahora con la cuarta parte de gente, sin duda. Recuerdo la Carrera llena de gente a tope en Semana Santa o Reyes, con dos o tres filas de gente agolpándose, que ahora incluso dejan claros en los que es fácil llegar a primera fila...
Recuerdo los fuegos de la Virgen de la Cabeza, con medio pueblo llenando el paseo como si de la bendición de Nuestro Padre Jesús se tratase. Ahora son un puñado de simpatizantes y curiosos los que los ven, como si la gente mayor ya no existiese (que muchos ya no existen) o estuviesen a otra cosa. No digo ya que recuerde el famoso "toro" que hace lustros que no sale ya y nos volvía locos de pequeños, pero sí, poco a poco venimos a menos, queramos o no, hay tres mil habitantes menos que los que yo recuerdo y así es muy dificil, cuando nacen la mitad de niños que entonces.
Recuerdo también una época donde el Carnaval apenas pintaba nada, siendo ahora bastante importante, con decenas de grupos disfrazados, de personas involucradas y de gente que va a los pasacalles. A la misma vez recuerdo varias murgas compitiendo en él, y también otros años donde fueron una o dos, son ciclos, ni más ni menos.
Recuerdo veranos aburridos de calor nocturno, hoy llenados por el Miaque, la Electronic Night o el Cante flamenco. También recuerdo grandes actuaciones en la caseta de los mejores de España, mientras que ahora sólo vienen orquestas, ciclos, ni más ni menos.
Recuerdo esas Nocheviejas de bombazos continuos cual pueblo valenciano, de petardos y petardazos, de miedo a subir a la Carrera, a ir a la plaza, ahora mucho más comedidas, diría claramente que por suerte.
Recuerdo como un gran día las Cruces de Mayo, hoy fagocitado por la Virgen de Alharilla que brilla con un esplendor que agota todo lo demás. Eran muchos barrios y llanetes, muchas esquinas e incluso más adelante también algún establecimiento, esas cruces que se hacían de fantasía, sin flores, con otras cosas, con bolígrafos, con chapas, con conchas, con plumas, con macarrones, a saber... Hoy en día, justo hoy, ha habido sólo tres cruces: una de un bar, como atracción de clientes aunque con cierta solera, otra de una barra de cofradía, también como atracción de clientes, en el emblemático e histórico para las cruces llanete Cerrajero, pero donde la cruz es un mero adorno sin importancia desplazado hacia un lado, desviando la atención el botellón central; la última, una humilde cruz casera en mitad de la nada, en un lugar que nadie se digna siquiera a visitar aunque sea de pasada, a menos de 200 metros de todo el bullicio de la calle principal. Es verdad que venimos de circunstancias especiales, y probablemente se vuelvan a retomar con más fuerza en años venidores, pero este año, no es que no sean lo que fueron, es que prácticamente son lo mismo que el "chisco de San Marcos", un mantener la tradición que ya no existe, como recuerdo de lo que fue. Sin olvidar de dónde venimos, insisto, pero sí, hace sólo 10 años hubo hasta catorce cruces, no sé qué nos ha pasado.
Y así, melancólicos salimos a la calle y nos vamos a disfrutar de la semana de Romería que desborda todo, que cada vez crece más, que empieza a expandirse a saber si con un techo definido, con una virgen llena de oro, con un apellido ahora como "Alharilla Coronada", como si no hubiera otras cientos de vírgenes con ese título que no usan la coletilla, como si esta virgen necesitara esa corona para ser más que nadie, que ya lo era, una de las que más por muchos motivos. Semana Grande que por supuesto hay que engrandecer mientras otras cosas vemos languidecer... es ley de vida, algunas cosas suben y otras bajan, no hay que darle más vueltas, quizá mañana algunas que parecen perderse vuelvan con inusitada fuerza y otras queden en suspenso. Adaptación, unos van y otros vienen, y los que quedan, por el camino se entretienen, que en esto consiste la vida mientras hacemos sitio para los siguientes...
Y recuerdo tantas otras, algunas recuperadas como San Benito de los Segadores, Santa Cecilia, la farolica, San Antón o los toricos de azúcar de los reyes, o mantenidas como las bendecidas roscas de San Blas, y también otras como el Corpus, la bendición, San Lorenzo o San Isidro, más o menos igual en el tiempo, año arriba o abajo, más o menos engalanadas o concurridas, y así, tantas y tantas que van y viene y llenan nuestros recuerdos.
Mientras tanto, no olvidemos que son las nuestras, nuestras tradiciones, y hemos de mantenerlas, porque al final es gran parte de lo que somos, de lo que tenemos, y saber hacer partícipes a los nuevos para que las adopten enseguida como si toda la vida estuviesen dentro de ellas, que en eso consiste la inmersión, la adaptación rápida al nuevo lugar.
Mientras tanto, la gente va y viene, y las tradiciones suben y bajan, vienen y van...